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La Copa, Nochebuena, el buey y la mula

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El viejo encanto de la Copa se abre paso poco a poco. Cierto que aquel sueño de la Copa a partido único se esfumó: no era bueno para los grandes (o sí, se dejaban eliminar a la primera y si te he visto no me acuerdo) y mucho menos para las televisiones. Ese viejo modelo inglés tiene la gracia de que el que gana la Copa no ha perdido contra nadie en todo el campeonato. Ritos que hicieron grande el fútbol. Nos queda el modelo del partido a ida y vuelta 'partido y revancha', como dicen los clásicos. Y todavía da para bonitas sorpresas, nos salpica heroísmos y decepciones en pleno invierno, antes del fin de curso.

Por ejemplo, el Córdoba, que jugará contra el Barça la próxima ronda. Toda una celebración. El Córdoba no juega contra el Barça desde que se despidió de la Primera División, hace ya tantísimos años, en fecha infausta para los culés, que se dejaron allí una Liga por penalti transformado por Fermín, cedido por el Madrid a los de la capital del califato. La Copa trae estas cosas: toboganes de ida y vuelta en la historia, vuelcos, partidos imposibles, alcorconazos, ese Cacereño que agobia a un Málaga que le ha sacado los colores al Milán, una lucha interclasista de todos contra todos.

Y eso que los vientos de la historia no le tratan bien. Ahora mismo se acaban de cambiar las fechas de vuelta de los octavos de final, ante el imprevisto suceso de que este año Nochebuena cae en el 24 de Diciembre, cosa que este verano, cuando se cerró el calendario, no sabían ni la Liga ni la Federación. No les culpo. Tampoco yo sabía que la mula y el buey del Portal de Belén eran un apósito apócrifo. Pero la Copa puede con todo. Los grandes la quieren para que jueguen sus suplentes, los pequeños, para jugar con los grandes y hacer taquilla, y los medianos, por si suena la flauta. ¡Viva la Copa!