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Barça, Madrid y el Ciutat de Valencia

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Viendo el abrazo en el círculo central entre los jugadores del Barça y el Levante, era inevitable el recuerdo del final allí mismo de la visita del Madrid. Riña en el túnel, insultos, algún cate, informe policial y nota de ambos clubes. El partido comenzó con una fechoría de David Navarro y se completó con 27 faltas del Levante y 11 del Madrid. En el de anoche, el Levante hizo 7 faltas y el Barça, 6. Aquel fue un partido atrabiliario, el de anoche fue un remanso de paz. Los dos ganaron, pero para el Madrid los tres puntos tuvieron un costo en golpes y en imagen que para el Barça no han tenido.

El Madrid se lamenta de eso, que es frecuente, y con razón, pero debe pensar si en cierto modo no contribuye a ello con sus maneras. Transita por el fútbol rodeado de ruido y de furia, lo contrario que el Barça, que parece espolvorear azúcar por donde va. Los jugadores del Madrid son altos, rápidos, enérgicos; además, Pepe es brusco y provocador y Cristiano era (ya no tanto) arrogante. El Barça sería ejemplar hasta lo empalagoso de no existir Alves. Chicos pequeños y buenos, de fútbol preciso y seductor, cantera, Selección... Su fútbol es una música que amansa a las fieras. Se ganan a todo el mundo.

El Madrid tenía dos problemas: el Barça y él mismo. Ahora tiene tres, porque a los dos anteriores se suma el Atleti, que se presentará en el Bernabéu con ocho puntos de ventaja. Un Atleti formidable, cargado de fuerza, de juego y de moral, dispuesto a conseguir que ésta siga siendo una Liga de dos, sólo que ocupando él la posición del Madrid. Pero de los tres problemas, el mayor para el Madrid es su propio desarreglo, que avanza a una velocidad galopante. Se desune por dentro, aumenta los enemigos fuera, empiezan a menudearle los malos resultados. Y lo peor de todo es que no lo quiere reconocer.