En la senda de Pirri y Camacho

Sergio Ramos fichó el 31 de agosto de 2005 por el Real Madrid con sólo 19 años registrados en su DNI. La edad no rebajó el precio. Florentino tuvo que pagar a Del Nido los 27 millones de su cláusula, única manera de sacarle de ese Sevilla en el que ya dio muestras desde crío de su portentoso físico y de su calidad innata. Pese a tener la edad de un niño (Butragueño, por ejemplo, debutó en el Madrid con casi dos años más), Ramos se comportó desde el primer día como si fuese mariscal de campo. Osado, valiente, con carácter y, además, con un don especial para amedrentar al rival en ataque. Así cayeron sus primeros goles. Recuerdo uno en el Camp Nou, que suponía el momentáneo 2-3, en la recordada Liga del Clavo Ardiendo.

Ramos tiene varios espejos en los que se mira para convertirse en ese líder que dejará huella en el madridismo. Un ejemplo: Pirri. El león ceutí llegó al Madrid también con 19 años (en 1964, procedente del Granada). Debutó en un Madrid-Barça sustituyendo a Puskas. Casi nada. Jugó con el 10 a la espalda y el Madrid, liderado por un Amancio celestial, le endosó un 4-1 a los culés.

Ramos también me recuerda al gran Camacho, que llegó al Madrid, procedente del Albacete juvenil, con sólo 18 añitos. En el descanso de un partido en el Bernabéu, el veterano Netzer sugirió a Molowny en el vestuario que no estaba rindiendo bien porque "el chaval no me cubre bien la posición". Camacho, sin cortarse un pelo, se lanzó a su cuello y casi se come al alemán. O sea, como mi admirado Ramos cuando Mou o el que sea le ha desafiado. El portugués ya le ve como el capitán de campo. Ha sabido ganarse su respeto.