El baile de disfraces de Mourinho
El problema del discurso desintegrador de Mourinho es que pone complicado a los demás adherirse. No es sospechoso Xabi Alonso de no seguir a pies juntillas sus consignas sobre el césped, pero otra cuestión es aceptar públicamente las diferentes categorías de madridismo, en función de su adhesión al entrenador. Siempre existió un madridismo exigente en las formas y en el fondo. Seguramente, contribuyó de una manera decisiva a la mística del mejor club del siglo XX. En el Madrid nunca ha valido todo. Esa exigencia le hizo ser mejor. El señorío era parte de su himno y de su leyenda.
Hay una corriente activa de afines a Mourinho. Van a pecho descubierto hasta a los bailes de disfraces. Florentino, públicamente, se alinea con la exigencia que impone su entrenador. El club también baila al son de Mou. El problema es etiquetar o, lo que es lo mismo, dividir: o conmigo o contra mí. Seguro que muchos madridistas adoran a Mou y otros le quieren, pero no les gusta algunas de sus decisiones, acciones o declaraciones. Incluso, los que piensen que su estilo no va con su ideal de club. Y eso no les hace ser menos madridistas. Si Mou envía estos mensajes para señalar a Valdano, mejor que lo haga con nombre y apellido. A Xabi le sienta bien cualquier traje, pero no se siente igual de cómodo en los bailes de disfraces.