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El problema es ahora la solución

Amsterdam, lugar de culto del madridismo en color desde el ya mítico gol de Mijatovic, fue el escenario ideal para la resurrección futbolística de Kaká. En el Trofeo Bernabéu, ante el Millonarios -vaya paradoja- ya se vislumbró su hambre y su jerarquía, pero en Holanda se volvieron a atisbar las plumas del que un día fue cisne del fútbol mundial. Kaká ha vuelto porque jamás aceptó irse a un fútbol menor. Tuvo ofertas mareantes y aún vigentes de USA, China y Arabia, pero el brasileño tiene diez millones y una razones para quedarse. La más importante es que cree que aún puede ser titular con Brasil en 2014.

El jugador, que cobra más que alguna plantilla entera de la Liga BBVA, ha tragado carros y carretas, siempre en silencio, sin hacer ruido, desahogando su frustración en su inquebrantable fe, en la paciencia y en el trabajo. Para muchos, sólo ha sido un fulgor. El talento es indiscutible. La única manera de comprobar el regreso es con continuidad. Necesitaría un escenario como el Camp Nou para ratificar su retorno, siempre que Mourinho y el temido trivote lo permitan, claro está...