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El primer día de clase rojiblanco

El Atlético se mide en títulos, no en ingresos o puestos en la clasificación. O primero o nada. Neptuno no entiende de dinero, sino de visitas masivas y bufandas al cuello. El Atlético ha encontrado una escapatoria en los desafíos cortos, en las competiciones por eliminatorias o arreones que no obligan a una prolongada regularidad. Las arcas no lo traducen igual, el negocio piensa otra cosa, pero la calle no deja hueco a la duda. La felicidad está en las copas. Por pequeñas que parezcan.

Por eso el primer día de clase ha dejado de ser por una vez un suplicio para los niños rojiblancos. En dos años han compensado con cuatro títulos europeos y cinco finales la rutina perdedora de los lustros previos. Ni la familia de Falcao ha conseguido evitar que el atlético sea hoy un tipo feliz. Es el del pupitre de lado el que hace diez años no disputa una final europea. Los madridistas nacidos en este siglo no han visto ninguna o no se pueden acordar. Son datos, una frase que arrojar al fin al vecino. Un arma con la que defenderse de esa mediocridad liguera que, eso sí, le conviene corregir de una vez. Pero son los títulos los que han cambiado el color de los colegios y las oficinas. Comienza el curso escolar y el Atlético de Madrid sigue de fiesta.