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El Tigre: el ganador de finales

Este tipo ha nacido para jugar finales, para ganarlas, para llevárselas por delante. No se recuerda un futbolista, quizás no exista, con tanta influencia sobre los partidos con título al fondo como Falcao en Bucarest y ayer en Mónaco. Fue una actuación sideral la suya, tres golazos descomunales, todos con la izquierda pero cada uno con su propia historia y su particular sensibilidad, todos para lucir en el salón de casa, su consagración como mejor nueve del mundo. Radamel no tiene techo. La Supercopa es suya.

Todo lo demás, que fue mucho y grandioso, inolvidable, pareció pequeño al lado del descomunal tamaño de la exhibición de Falcao. El planteamiento táctico y emocional de Simeone, superior, el comportamiento serio y hambriento de todos los jugadores, impecables en cada rincón del campo, el alborozo de una afición irrepetible que vive las finales como ninguna, que empezó a ganarla antes incluso de que se jugara, los emocionantes cánticos finales a Fernando Torres, al cabo un espectador más del partido, apresado como Hazard, el todopoderoso Chelsea hecho añicos Un Atlético para guardar en la memoria, su primer tiempo de todos los tiempos, su cuarto título europeo en dos años, otra visita a la fuente de Neptuno. La felicidad recuperada.