Hoy viviremos una fiesta del fútbol sin ser brasileños

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No hay Pacto Ibérico que valga. Respetamos y queremos a nuestros vecinos portugueses, pero esta noche sólo hay sitio para uno y ése acabará tarareando el himno español. No olvido que en la Eurocopa de 2004 nos echaron prematuramente a la calle, alimentando una decadencia que nos hizo temer tiempos de sombras y dudas. Pero sólo cuatro años más tarde, y tras muchas críticas (bastantes de ellas merecidas), Luis Aragonés supo tener la paciencia y la frialdad para apostar por un estilo de juego que aquí únicamente se imaginaba cuando veíamos los partidos de la Canarinha. Eso de tocar y tocar nos parecía un ejercicio más propio de las playas paradisíacas brasileñas o de esa Francia del Mundial de España 82 en la que daba gusto ver cómo combinaban Giresse, Platini, Genghini y Tigana...
España se ha adueñado del buen gusto y del control del juego. Ahora el mando de la televisión está en nuestro poder. Cambiamos el canal a nuestro antojo y unos días jugamos con nueve y otros sin él, sin que eso afecte a la cuenta de resultados. Podemos discutir por el gusto sobre un jugador u otro, pero la idea está clara y es la que nos ha hecho tocar el cielo y la gloria en Viena y Johannesburgo. Iniesta, un chaval excepcional que ha roto las barreras absurdas fomentadas por el partidismo hacia los clubes, ha sabido poner el dedo en la llaga. Esta España es de Casillas y Xavi, de Ramos y Piqué, de Busquets y Xabi Alonso, de Jordi Alba y Navas, de Cesc y Torres, de Arbeloa y Albiol, de Juanfran y Mata, de Silva y Cazorla, de Negredo y Llorente... Todos son iguales a los ojos de Del Bosque. Y a los ojos de esa España que hoy gritará gol junto a vosotros.



