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Un toque romántico y resultadista

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España vuelve a deslumbrar al planeta fútbol con su juego de toque. A través de ese tiqui-taca eterno, preciosista y efectivo, bonito y bueno, los españoles aspiran a hacer la gesta del triplete consecutivo de Eurocopa-Mundial-Erocopa. El debate de esta fase final se ha centrado en el nueve o falso nueve. No se ha discutido, como se hizo en el Mundial de Sudáfrica tras la derrota en el debut ante Suiza, sobre el doble pivote Xabi Alonso-Busquets, porque ya se sabe innegociable para Del Bosque, que prefiere buscar sitio a Cesc de delantero a meterle en el centro del campo. Y es indiscutible la manera única de tocar y toca y tocar la pelota. Desde su rotundo éxito en la Eurocopa 2008 y en el Mundial 2010, se ha repetido que España utiliza y se nutre del modelo de juego del Barça. Evidentemente, Xavi e Iniesta, dos de los tres miembros de la Santísima Trinidad del tiqui-taca junto al por fin intocable Silva, juegan igual de bien en el Barça que en La Roja. Pero fue el Barcelona, con la llegada de Guardiola el que perfeccionó el modelo de la España de Luis.

Aún así, el juego de toque de España es distinto del que realiza el Barça. La mayor diferencia estriba en los extremos que fijan su posición en la banda. En la Selección eso sucede cuando Del Bosque tira de Jesús Navas. El resto, incluso Mata, que probablemente debute mañana ante Croacia, se mueven con libertad por todo el frente de ataque, montando un rondo formidable a todo campo y a todo tiempo, ocupando la posición en la que acaban en el ataque cuando toca presionar para recuperar la pelota. El fútbol de España es de posesión y no de posición. Es el toque como búsqueda del que hablaba Valdano. Es un toque romántico. Y resultadista. Porque en la búsqueda encuentra la victoria.