Queremos algo de furia ante los bravos irlandeses

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Los irlandeses son toscos, lanzan pelotazos de cincuenta metros en busca de un milagro y para ellos la palabra tiqui-taca debe ser un peñasco situado junto a la Isla de Pascua. Pero la experiencia me dicta que conviene respetarles. Son representantes honestos del otro fútbol, ése que, como bien recordó ayer el veterano y sabio Trapattoni "le sirvió al Chelsea para ganar la Champions". Irlanda, o Eire como le llamábamos cuando éramos pequeños, jugará a comernos la moral (y los tobillos) con tal de desactivar nuestra sala de máquinas. Presionarán como si les fuese la vida en ello, meterán los codos y saltarán como si tuviesen muelles en las piernas. Y en los córners y faltas directas intentarán empotrar a Casillas contra su portería. Fuego irlandés...
Recuerdo en el estadio Landsdowne Road de Dublín un Irlanda- España en mi adolescencia, apenas tenía 17 años, que me quedó grabado en la memoria (17-11-1982). Ellos sólo tenían un jugón, Brady (ahora ayudante de Trapattoni), y un demonio más arriba: Stapleton. España jugó con Arconada; Juan José, Maceda, Bonet, Camacho; Señor, Víctor, Pedraza, Gordillo; Marcos y Santillana. Llegamos a ponernos 1-3, con un Maceda y Bonet colosales. Pero los irlandeses apretaron desde la grada, como hoy ocurrirá en Gdansk, y con dos goles de Stapleton sellaron un 3-3 increíble. Dos décadas después llegaron los penaltis heroicos de Iker antes los rugbiers irlandeses en Corea. Por eso, hoy no nos bastará con tocar. Queremos un poquito de furia. Y olé.



