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Alfonso Herrán

Verde que te quiero verde

El Madrid, que en los últimos tiempos había encontrado en Euskadi un territorio imposible de conquistar, sabía que le esperaba un partido plagado de espinas, una bisagra para entreabrir la puerta de la final o verla medio cerrada. La imponente ambientación le colocó al límite. Si a Reyes le cayó una buena pitada, a Laso se le aplaudió por su pasado baskonista. También es nexo de unión entre ambos equipos Vidal, ayer un espectador más en su primera visita al nuevo Buesa. Vitoria, Green Capital por su cuidado del medio ambiente, se apuntó al verde que te quiero verde.

Ivanovic lo tiene claro: no quiere ni oír hablar del Madrid de los 100 puntos, el ritmo tiene que estar siempre de su lado y Carroll ha de sentir el aliento de sus pares desde que sale del vestuario. El rebote le torturó mucho, pero su equipo defendió de miedo. Prigioni, el amigo de los finales apretados como Jasikevicius o Diamantidis, lo hizo ante el Bilbao y repitió ayer: bandeja para la prórroga y asistencia letal en ésta para llevar la serie al vibrante 2-1.