Recuerdos de 3 faltas a la escuadra
Llevó la rojiblanca puesta durante tres años y medio y subió dos veces a Neptuno, lo que no está mal en estos tiempos de listón bajo. Simao no llegó a ser nunca preferido mayor de la grada, pero tampoco escuchó reproches. Capaz de brindar en público por la décima Copa de Europa del Madrid o de arropar a su inseparable Forlán en su pulso contra la afición, pero también de llorar convincentemente en su despedida como jugador del Atlético. Y, sin guiños hacia la tribuna, pero sin desentenderse de cumplir.
Titular siempre, encarador habilidoso, centrador preciso (con tramos de dificultad para elevar la pelota desde el córner) y, ante todo, frío y letal para encontrar la escuadra en el último minuto. Su postal estará de por vida asociada a unos cuantos lanzamientos redentores de falta que pusieron boca abajo el Calderón: Panathinaikos, Recre, Madrid (aunque luego, Heitinga le aguó la fiesta). Y a un adiós repentino por la puerta de atrás a mitad del curso pasado contra su propia voluntad, la del entrenador y la de la hinchada. Pero ese oscuro final corre más bien por cuenta del dueño y su concepto mercantil del club. Simao vuelve el jueves. Y le aplaudirán.