Resucitó el gran Madrid de antaño

Cuando sonó la música celestial del We are the Champions en la montaña mágica y vi al capitán Felipe Reyes levantar la Copa al cielo de Barcelona, el corazón me dio un vuelco. Por mi cabeza pasaron esos años de duro barbecho, de estío de títulos, de proyectos sin rumbo que quemaban entrenadores y jugadores de presunto tronío. Pero ayer resucitó el Madrid de gente como Ferrándiz (Laso), Corbalán (Llull), Brabender (Carroll), Luyk (Mirotic), Cabrera (Chacho Rodríguez), Fernando Martín (Reyes), Biriukov (Suárez) o Romay (Begic). Fue un partidazo para editarlo en DVD y regalarlo en los colegios. Todos los niños jugarían al baloncesto y se harían del Madrid. Por cierto, cayó el título 23, el mismo número del dorsal de El Increíble Llullk. Me recordó a Drazen Petrovic. Descaro, talento, tiro, personalidad, liderazgo...

Me pellizco mientras escribo. No me extraña que la afición se desplazase a Barajas a recibir a los héroes. Pero más grandes son todavía los 1.000 testigos del Maracanazo del Sant Jordi. Mis primos Jaro, Toni y Pepe ahí estaban dando la cara, mientras que el Chato, mi paisano Agustín, mi hermana Amparo y mi sobrino Gonzalo se comían las uñas en casa. Esta Copa va por toda esa gente que nunca dio la espalda en las duras. Ahora nos toca reír a nosotros. Qué gozada. Esto huele a cambio de ciclo. ¡CAMPEONES!