Treinta años de emoción y recuerdos
Todos los que sentimos el fútbol recordamos perfectamente aquella noche de febrero en la que se inauguró el Nuevo Zorrilla, al que ya habría que rebautizar dejándolo sólo como Zorrilla, sin más; después de 30 años muy nuevo ya no es, la verdad. Y todos los que estuvimos allí, formando parte de aquel primer partido, no podemos ser insensibles cuando se trata de rememorar un montón de secuencias, recuerdos y situaciones vividas, todas, sobre todo con emoción. Allí hemos vibrado con un pase a la final de la Copa, con el único título que tiene el Valladolid y que se ganó en Zorrilla al Atlético, con las visitas del Madrid y del Barça, con el día a día de sobrevivir en la Primera División o de tratar de volver a ella. Y allí se ha sufrido también. Con los descensos a Segunda, dos en total. Con tardes de mal fútbol, de frío y de desesperación. Sobre todo con emociones que ahora se agolpan todas juntas.
Han pasado treinta años, una generación, y Zorrilla sigue ahí, como testigo privilegiado de nuestro fútbol. Sería bonito que coincidieran en el tiempo esta conmemoración y el ascenso, la vuelta del Valladolid a Primera. Paradojas del destino, llega esta celebración en uno de los momentos institucionales más complicados del club de nuestra ciudad. Porque la vida del estadio Zorrilla y del Valladolid van de la mano. ¿Para qué querríamos un estadio si no tuviéramos un club que lo utilice y dinamice cada día? ¿Sólo para celebrar un concierto musical al año? Sinceramente, no lo veo.