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La paja en el ojo ajeno

No ha habido partido. Tal y como se esperaban la inmensa mayoría de los medios de comunicación nacionales, el Madrid ha jugado contra nadie. Los blancos están demasiado bien y el Racing es demasiado poco como para que dé para otra cosa. En cualquier caso, los puntos se hubieran quedado en casa. Dicho esto, el partido de anoche es una muestra clara de por qué en eso que antes se llamaba 'provincias' nos morimos de la risa con las cuitas arbitrales entre Madrid y Barça, los dos grandes del fútbol español. Si ellos se quejan, y mira que lo hacen a lo largo de una temporada, qué tendremos que decir los denominados equipos pequeños, los de la otra Liga. Si los dos más grandes consideran que tienen motivos para hacerlo, imagínense el resto.

Cristiano Ronaldo, sin querer, pegó, con 1-0 en el marcador, un manotazo clamoroso al balón dentro del área. Penalti y tarjeta. No lo vio el árbitro. Vale. Un cuarto de hora más tarde, el mismo jugador se chiva de que el esférico ha rozado las manos de Cisma en un centro desde la banda derecha del propio portugués que, como en la del genial jugador, nadie había visto. Le hacen caso. A la calle. Partido sentenciado. Un jugador menos y perdiendo. Luego, la puntilla la pondría el segundo gol de los locales, marcado por Benzema con tanta clase como ventaja por estar en fuera de juego. ¿Alguien puede pensar si habrá horas y horas de debates y repeticiones por esas equivocadas decisiones? Ya se lo digo yo. Ni en Santander. This is Spain.