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Atlético: El retorno a Ivic

Emery dio por verdadero el aliento del Atlético en el cogote, se lo creyó. Por eso le supo a azúcar el empate, mantenerse lejos, a siete puntos y el balance individual de su parte. Simeone puede presumir de ese temor enfrente, de que también los poderosos le consideren y teman. Pero no de corresponder al rival con el mismo respeto. Sumó peor. Los puntos le daban mucho más de lo que los buscó: un puesto en Liga de Campeones y la cercanía del Valencia, su seguro ataque de pánico. El Cholo, ganador pero prudente, sacrificó ese posible golpe de efecto, la euforia de la hinchada, con tal de no arriesgar un paso en falso.

Prefirió la pulgada a la zancada. No perdonó un gramo de orden, esfuerzo, concentración y sentido de unidad, pero rebajó el afán ofensivo, disparó el conformismo. Antepuso no perder a ganar, no recibir un gol a marcarlo. Y bueno, es otra fórmula de éxito. Ya lo fue en el mismo Atlético, que la sufrió y la disfrutó hace 20 años. Eran los tiempos de Ivic y de Abel, que también le cogieron el gusto a la puerta a cero. Entonces el que salía a resolver en la media hora final era Sabas. Ahora es Salvio. Y no, no es lo mismo.