Simeone arregla una vuelta en cuatro encuentros
Ceder al populismo no ha resultado tan mala idea. La razón viaja hoy más cerca de la grada que de las agencias de representación. Contra los pronósticos de quienes recelaron sin mirar y los desajustes semánticos del propio técnico, el Atlético del Ole, Ole, en su retorno al pasado, camina con paso firme hacia el futuro. Lo dice la aritmética, diez puntos de doce, cuatro partidos sin recibir un gol y apenas remates. Y lo dicen las sensaciones, un equipo reconocible, de repente solidario y fuerte, convencido, hermético, hambriento sin el balón y eléctrico cuando lo tiene. Con cierta querencia al pelotazo, todavía poco concreto, pero responsable, competitivo, incansable y ganador. No puede ser casual que todos los adversarios hayan parecido peores de lo que son y todos los jugadores propios, fuera cual fuera el once, se hayan mostrado mejor de lo que eran. De donde se divisaban cenizas hoy asoma un equipo hecho. El milagro del Cholo.
Más allá de su plan futbolístico, que lo tiene, sorprende la rapidez con la que sus jugadores se han enganchado a él. Eso habla posiblemente de instrucciones sencillas, pero también de liderazgo, personalidad, insistencia, exigencia, inteligencia y credibilidad. Simeone se tomó una tarde para cortar la hemorragia y otras tres para crecer. La última para imponer el carácter del Atlético en un escenario donde suele encogerse. Es pronto para sentenciar a favor, pero ya no para despejar los prejuicios despectivos. El Cholo era algo más que un buen recuerdo y el viento a favor de las tribunas. Era además un entrenador.