El proyecto de Laso sale reforzado

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Pocas veces me verán aceptar con buen talante una derrota del Madrid. Pero esta vez me fui satisfecho cuando retiré mi vista de la pequeña pantalla. Vi un Madrid valiente, quizás desordenado y poco reflexivo en los momentos donde pudo hincar el diente al tiburón amarillo del histórico Maccabi, pero jamás perdió la cara al toro. Es el estilo impuesto por Laso, un entrenador con nervio, sangre caliente, capacidad de decisión, temperamento y un carácter ganador que ya le quedó impregnado cuando se fue a Amsterdam en 1998 con su padre, Pepe Laso, para animar al Madrid de Raúl y Mijatovic y poder celebrar a lo grande la Séptima. Los Laso se sienten comprometidos con este escudo y Pablito ya es Don Pablo. Ayer varió la defensa en los últimos minutos y removió la conciencia de sus pesos pesados para evitar una debacle más en Tel Aviv. Con 81-68 y seis minutos por delante, otros años se habría arrojado la toalla y los hebreos habrían pasado por encima con saña.
Sin embargo, vimos un espíritu guerrero hasta el final. De hecho, si a Carroll no le roban la cartera en los últimos segundos (protagonizó una acción ingenua más propia de un rookie), el Madrid habría tenido una opción de forzar el empate y la prórroga. Farmar y Blu no lo permitieron, pero lo bueno es que vimos a los hinchas del Maccabi suspirar en el tramo final. No es el Madrid de Corbalán y Brabender. Pero ya impone respeto.



