El Palacio de Goya se nos queda chico

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La noticia del fichaje de Ibaka, adelantada ayer en estas páginas de AS, supuso otra bocanada de aire fresco para una sección que nos tiene a los madridistas emocionados como en los viejos tiempos. El fichaje de Rudy (lo siento por las absurdas normas de la ACB, pero al chaval le conocemos así y jamás hubiera llamado José Martínez a Pirri) ya inyectó una sobredosis de ilusión. Su perfil NBA, con sus mates, alley oops y triples imposibles, lo convierten en un jugador-franquicia. Sólo por ver a Rudy merece la pena pagar el precio de una entrada. Pero si a ese aperitivo afrodisíaco le añades un segundo plato rico en proteínas como Ibaka, el éxito de la apuesta está garantizado. El Madrid contrata por dos meses al mejor taponador del planeta. Puro músculo.
El pasado domingo había más de 8.000 aficionados en el Palacio de Goya para ver el partido con el modesto Obradoiro. Ahora con Ibaka, aquí lo avanzo, se va a quedar pequeño en más de una ocasión. La gente está como una moto y ayer me llenaron el móvil de mensajes festejando la buena nueva como si la Euroliga o la Liga Endesa ya estuvieran en el bote. Puede parecer exagerado, pero la llegada de Rudy e Ibaka refleja que en este país la gente del basket sigue siendo mayoritariamente del Madrid. Estaban aletargados, narcotizados emocionalmente, casi resignados a su suerte recordando en plan nostálgico los tiempos irrepetibles del maestro Ferrándiz. Pero esto ha cambiado. Un diez para el club. El Palacio se quedará pequeño. Ya lo verán...



