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Un trío que vivió un Atleti grande

Panadero Díaz y Rubén Cano hicieron grande al Atlético. Cabrero aportó menos. Vino de Newell's, junto con Becerra, para ser el relevo de Luis, pero apenas jugó cuatro partidos en Liga y no se ganó el puesto, como tampoco en Lanús cuando decían que era el sucesor de Martín Esteban Pando. Panadero Díaz fue grande, al que su excesiva dureza en ocasiones le restó brillo. Se acuerdan más de las patadas que daba que de aquel golazo de falta que le marcó al Madrid en un 4-0 en la Liga 76-77, que ganaría el Atlético, o al Barça, en el Camp Nou, desde el centro del campo, en Copa. Panadero tenía una izquierda magnífica y golpeaba la pelota con precisión, salvo en los despejes a la desesperada que hacían feo su fútbol. No podía ser malo un jugador que ganó la Intercontinental con Racing, junto a Perfumo, Basile y Cárdenas, entre otros.

Rubén Cano llegó en el verano del 76 con la dura tarea de sustituir a Gárate, santo y seña del Atlético. Era un jugador distinto, pero con oficio de goleador. Y cumplió, porque aquella temporada también cayó Leivinha y él hizo veinte goles que contribuyeron a ganar el título de Liga. Era tiempos de un Atlético grande, que en la apertura de fronteras para los extranjeros (en el verano del 73) había fichado a Ayala y Heredia (Lorenzo se trajo entonces también a Panadero, oriundo), en los que el club tenía 63.586 socios (informe de la asamblea de enero de 1974) y a los que no les importó que subieran hasta 150 pesetas (25 de aumento) la cuota mensual. Entonces el presupuesto del club era de 201 millones (1,2 millones de euros), pero tiraban de cartera y cantera. Leivinha, Luiz Pereira, Marcial y Dirceu, de un lado; Julio Alberto, Rubio y Quique Ramos, de otro.