Abramovich gana en la subasta
Cuesta no ver vidas paralelas en la trayectoria de Villas-Boas y José Mourinho. El Oporto ha sido su trampolín y parece evidente que la alargada sombra del entrenador del Real Madrid ha sido determinante para la decisión de Abramovich. Ya que no podía tener el original (después del no de Hiddink), lo mejor era apostar por su última replica, Villas-Boas, que además viene avalado por sus títulos y ese aroma mourinhista que tantos buenos recuerdos dejó en Stamford Bridge. Lo que debería parecer un halago, se va a convertir en un problema. A la réplica le gustan los mismos futbolistas que a Mou. Dicen los argentinos que "billetera mata a galán" y todo el encanto que puede desprender jugar en el Real Madrid para cualquier estrella emergente (Agüero, Coentrao o Neymar) se puede dar de bruces con la chequera de Roman Abramovich, dispuesto a cualquier dispendio por ganar esa Champions que se le resiste año tras año. A Florentino siempre le pareció una temeridad tener que competir con fortunas como la del ruso, que disparan el mercado y las negociaciones hasta límites insospechados.
El Madrid no ha hecho los deberes de las ventas y eso es un lastre enorme. El club blanco, a día de hoy, tiene hasta once defensas en su plantilla y en Italia perjuran que Mou insiste en Maicon. Si a eso se le suman las dos contrataciones gordas que se le suponen al nuevo proyecto galáctico, pues el problema se multiplica. Cada día que pasa, los jugadores que están hoy en la plantilla serán más baratos o entrarán en operaciones y los que quieran fichar saldrán más caros porque enfrente estará Abramovich, capaz de pagar 15 millones de cláusula por su nuevo entrenador o 65 millones por Fernando Torres sin despeinarse. En el modo fichaje, el Madrid de Mou aún puede ganar, pero en el modo subasta, el Chelsea de Villas-Boas es insuperable.