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Volcán en Islandia, volcán en Madrid

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El Barça tomó anoche el avión hacia Londres porque no quiere bromas. Hace un año no pudo volar a Milán por la nube de un volcán islandés, tuvo que meterse una kilometrada en autobús y quedó convencido de que su caída en semifinales de la Champions tuvo que ver con eso. Así que antes de ver si la nube crece o mengua, si va o viene, lo mejor era plantarse en Londres. Si la nube crece, los que tendrán problemas serán los veinticinco mil aficionados, pero se las sabrán buscar. No creo que haya fuerza natural que impida a un hincha culé llegar a esa soberbia final, a pie, a caballo, en coche o nadando.

Y mientras el volcán islandés echa cenizas al cielo, en Madrid hay otro volcán en erupción, junto al río, con el estadio Calderón como cráter. El Atlético está en un grito porque Cerezo y Miguel Ángel Gil no se entienden, porque Toni y Kiko rehusan, porque De Gea está a punto de irse y, sobre todo, porque el Kun se ha amotinado definitivamente, rechaza una oferta de nueve millones limpios por año hasta el 2017 y quiere que le rebajen la cláusula. Y porque aunque desde el Madrid dicen una y otra vez que no, en el Atlético no hay nadie que no esté convencido de que el club blanco está detrás de todo.

Tan es así que ha surgido un movimiento a imagen del 15-M y por twitter se convoca una acampada junto al río para esta tarde a las seis. Atléticos indignados. Agüero es el jugador franquicia del Atlético, el que compensó la salida de Torres, y ahora se quiere ir. No se sabe si al Madrid o no, pero lo que ya nadie duda es que se irá. El Atlético ya incluso acepta un mal menor: que no vaya al Madrid, y que si se va a otro sitio firme una cláusula que impida el traspaso posterior al club vecino. Pero para el Atlético ya no hay males menores, porque cuando se juntan tantos daños el efecto acumulado es descomunal.