Fermín el del banderín se pasó de la raya

Fermín, el linier pelirrojo que alcanzó fama por señalar el penalti más extravagante que recuerdo, pisó el domingo a Cani. Sí, ya sé que a Urízar, nuestro árbitro de cabecera, le parece que no fue a propósito, pero yo vi lo que vi. No me puedo meter en el alma de Fermín, pero he visto en mi vida a muchos hombres discutir cara a cara, hasta nariz con nariz, y nunca pisarse. Pisar, lo que se dice pisar, vi que se lo hacía Stoitchkov a Urízar en un célebre Barça-Madrid. Y he visto pisotones disfrazados en el juego, tan mal disimulados como mal intencionados. Pero el otro día no había balón por medio.

Siempre he comparado la zona entre el campo y el público con los territorios fronterizos del cine del Oeste, llenos de forajidos, fugitivos, contrabandistas, prostitutas y jueces de la horca. Gentes de mal vivir, con frecuencia con la cabeza pregonada. En fútbol, los que habitan ahí no son público ni son actores del partido. Son gente relegada a esa frontera turbulenta en la que nadie querría estar: suplentes, vigilantes que hostigan a reporteros de radio, fotógrafos que se mojan (no como los plumillas, cómodos en sus palcos), liniers (árbitros extraviados) y entrenadores, que no son futbolistas porque se les pasó la edad.

Territorio, en fin, para gentes duras como Mourinho y su 'troupe'. Algún reflejo llevó a Fermín a, ante la protesta de Cani, cruzar la línea blanca y entrar en el santo territorio de futbolistas y árbitro, y con ese acto rompió el orden natural de las cosas y puso el pie donde lo tenía otro, no sólo antes, sino con derecho. Pero no le sancionarán, como sí se le hizo a Stoitchkov cuando pisó a Urízar. Los que imparten justicia (?) en el villarato creen que se protege el orden disimulando estas cosas, y es al revés. La Justicia se defiende siendo justo, no mirando para otro lado cuando un alguacil se propasa. En fin, Fermín...