En pésimo momento y mal vendido
Ha llegado el día de que, por fin, se sepa si el próximo fin de semana se juega la Liga o no. Ayer, cuando les preguntábamos a Jorge Alonso y a Barragán si creían que se jugaría este fin de semana ante el Rayo, aparecían las dudas que acompañan en este momento a todos los profesionales de nuestro fútbol. Pero no sólo a los futbolistas. También a la gente que en cada club tiene que organizar un partido. A la prensa, que viaja, y que tiene que programar su fin de semana. A los entrenadores, sin poder organizar un plan de trabajo al no saber si juegan en sábado o domingo. A los árbitros, que también viajan y son de Dios. Y a los aficionados, pendientes de preparar sus desplazamientos en masa para seguir a sus equipos. E s todo un desastre. Pendientes de la resolución de una jueza. Tan sólo tres meses después de que hayamos estado en una situación similar en Navidades con la amenaza de huelga del fenómeno de Rubiales, que quedó como Cagancho en Las Ventas. Nadie cuestiona el derecho de los clubes a luchar por lo suyo, como nadie duda de que son unos irresponsables que no pagan a Hacienda ni a la Seguridad Social. Pero han elegido mal el momento y lo han vendido aún peor.