No tengo dudas. El futuro de Abel y el de Suárez va de la mano. La paciencia infinita de aficionados y medios se ha acabado y al presidente ya no se la pasa ni una. Y es que se le han pasado muchas. Especialmente desde que dejó marchar a Pedro León sin que el Getafe abonara la cláusula de rescisión y se gastara el dinero recibido, y algo más, en traerse a Manucho, a Bueno y a Pelé, entre otros. Contratar a Olabe y aplaudirle su gestión acabó por llevar al equipo a Segunda y por cargarse 8.000 abonados.

Abel es el quinto entrenador en 2010. Signo del desequilibrio deportivo. Y si lo deportivo no funciona en una SAD, lo económico se viene abajo. Y Suárez, buen gestor para una empresa al uso, ha sido un cicatero en una deportiva. Y ha elegido mal a sus hombres de confianza, y así le ha ido. Si el equipo no se endereza pronto se le hará un calvario acudir al palco. Hasta ahora, Suárez ha manejado los hilos y ha sabido salir bien librado de los momentos difíciles. Su discurso y su habilidad para quedar por encima le han venido salvando. Pero ya nadie le cree. Es el actor que enmascara a unos dueños nada implicados y que nunca le mostraron cercanía a esta ciudad.