La pedrea del Mundial cae en Madrid

La pedrea del Mundial cae en Madrid

Forlán y Casillas (o al revés, tanto monta, monta tanto) recibieron ayer el balón de oro y el guante del mismo metal por su actuación en la Copa del Mundo. No es el Balón de Oro que se disputan Iniesta, Xavi y Messi, pero son dos premios que les distinguen especialmente sobre las docenas de estrellas internacionales que jugaron en Sudáfrica. En ese mes fueron los mejores entre los mejores. Casillas, en la portería, Forlán en el ataque y en el gol. Amigos y residentes en Madrid, como se decía en aquel célebre programa de televisión. Ante la ola culé que lo devora todo, un grito de los clubes madrileños.

Casillas llegó al Mundial un poquito entre dudas. No estaba siendo su mejor temporada. Yo mismo pensé que Víctor Valdés no iba como número tres, sino como uno alternativo si hacía falta. Los dimes y diretes sobre la relación sentimental del madridista con nuestra compañera de profesión ayudaron a colocar sobre él una mirada un poquito aviesa. Pero, llegada la hora de la verdad, estuvo cumbre en los momentos realmente difíciles: el penalti de Paraguay (ahí llegué a ver a España con la rodilla en la lona) y las dos llegadas de Robben en la final. Portero grande para citas grandes. Fuera dudas.

Y Forlán fue un Di Stéfano para Uruguay, ese pequeño país de tres millones de habitantes (menos que Madrid) pero que se resiste a dejar el primer plano en el fútbol. Bajó, animó, armó, remató, sacó los corners, tiró las faltas, marcó los goles. Su fútbol y su espíritu metieron a Uruguay en las semifinales. Casillas fue el capitán de esa España que refleja el estilo Barça, reivindicando la presencia madridista en el equipo, si no en número, sí en rango. Forlán fue el mejor jugador del torneo, colocando la sonrisa a los atléticos, que esta vez no pudieron ver brillar a Torres, que aún sienten suyo. Bien por los dos.