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El antihéroe o por qué ser del Espanyol

El atormentado González Iñárritu ha obrado el milagro que ni algunos medios públicos de aquí habían alcanzado: el Espanyol existe. Y se agradece, de entrada, la sutileza con la que en Biutiful se va descubriendo al espectador el españolismo de Uxbal, el personaje de un Javier Bardem que supera la excelencia: un póster que casi sale de plano, un calcetín, una bandera o la narración en off de un partido, en segundo plano durante un diálogo. El sentimiento perico es algo discreto, implícito, como un buen secundario que acompaña a la narración principal. Nada que ver con el único guiño culé del film, sobre Samuel Etoo: explícito, impostado, zafio.

El debate, no obstante, está servido. Biutiful retrata a la otra Barcelona, la antítesis de aquella que mostró Woody Allen, la cara B de la globalización y al antihéroe que acaba siéndolo muy a su pesar. ¿Es eso el Espanyol? Desde luego, por sentimiento, emotividad y hasta cierto desgarro no anda desencaminado Iñárritu. Su película es irrespirable, como el pensamiento único, pero entre tanta cochambre existencial hay algo que hechiza, ese mismo algo que atrapa a los pericos para seguir siéndolo entre tanta hostilidad o, peor, indiferencia. ¿Y es Uxbal, el perico Bardem, un perdedor? Más bien, es alguien que halla esperanza donde no la hay y que, en su tragedia, planta cara al destino y sale vencedor a su manera de un pulso que de antemano parecía perdido. Ahora sólo falta un Oscar para el Espanyol, perdón, para Bardem.