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Mou y las sanciones a los entrenadores

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Nunca me ha convencido el sistema de sanción a los entrenadores expulsados. Me parece que sería mejor una fuerte multa. Pero dos semanas... ¿Qué es eso de dos semanas? El principal trabajo del entrenador se produce entre partido y partido, y ahí la suspensión no alcanza. En cuanto a su no intervención en el partido, se aplica y se cumple de forma cada vez más laxa. El mismo día de su expulsión, Mourinho, como hacen todos, se quedó junto al banco, dirigiendo igual. En El Molinón estuvo en un palco, pero en el Bernabéu volvió a sentarse prácticamente en el banquillo, a muy pocos metros de él.

Además, vulneró explícitamente un aspecto de la sanción, el que prohíbe cursar instrucciones a los jugadores. Granero y Lass se acercaron a él, a recibir directamente, boca a oído, las instrucciones. El cuarto árbitro estuvo a la luna de Valencia, el árbitro no señala nada de eso en su acta. Se da por normal, pues. Estamos ante un tipo de sanción que ni los alguaciles del fútbol miran por que se cumpla y que los clubes burlan, dejando al reo que circule libremente por una grada, entre y salga y salte controles según le convenga. Y no lo digo por Mourinho. Es sólo un ejemplo, es un caso más.

No conviene tener reglas que no se cumplan, que se presten al pitorreo, porque se desacredita el sistema. Mejor ir al bolsillo. Al fin y al cabo, por suspender a un entrenador ni el club ni el técnico pierden nada. Suspender a un jugador sí es provocar una carencia, lo otro, no. Por lo demás, Mourinho anunció ayer en Londres que no se hubiera sentido pleno de no llegar al Madrid, que está feliz aquí y que quiere cumplir el contrato y seguir más tiempo, si es posible. Se agradece, como se agradece su colosal trabajo. Pero, por favor, modérese usted, porque este ritmo de incidencias acaba por parecer insano.