Ese viejo y querido Athletic Club...

Viene el Athletic, llueve en Madrid. "El Athletic trae la lluvia", se decía con frecuencia cuando yo era niño, quizá en un intento inconsciente de hacer siempre de la visita del club bilbaíno un acontecimiento especial. Porque lo era. Aún es uno de los tres partidos para los que los peñistas del Madrid de toda la geografía nacional siempre quieren entrada. Los otros, claro, son los del Barça y el Atlético. Tan antiguo como el que más, toda la vida en Primera, en lo que sólo le igualan Madrid y Barça, y dotado de un carácter especial (caso único en el fútbol mundial, escribió L'Equipe) merece todo el respeto.

Tiene que ser difícil ser el Athletic, mantenerse ahí en estos tiempos de sentencia Bosman, en este fútbol español rico y comprador. El Athletic se lo fabrica todo o lo compra al mejor precio en un entorno próximo, y luego tiene que hacer el esfuerzo de mantener a sus estrellas frente a las tentaciones que les ofrecen los más ricos, generalmente el Barça o el Madrid. Ya hace cincuenta años tuvo que vender a Garay al Barça. Con el producto de esa venta mejoró una tribuna. El mismo camino siguieron luego Alexanko y Zubizarreta. Guerrero estuvo a punto. Ahora el Madrid codicia a Llorente, el joven Rey León.

Macua dice que no quiere 36 millones, sino a Llorente diez años más. Y que también le gustaría tener a Xabi Alonso dentro de un tiempo. El Athletic necesita todos los jugadores vascos buenos, porque esa es su esencia, pero en este momento histórico conseguir eso supone mantener un pulso desigual contra la docena de grandes clubes de España, Italia e Inglaterra. Esa lucha me causa un respeto imponente. Y también su viejo sello de fútbol honrado y serio, clásico, inglés, servido a veces por jugadores mejores, a veces por otros no tan buenos, pero siempre leales a un modelo y orgullosos de una historia.