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Esta vergüenza exige una revancha

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Mal, mal, mal, mal... No se puede jugar al fútbol con esa falta de entusiasmo. En realidad, ni jugar al fútbol ni nada. Los clásicos dicen que entre selecciones no hay amistosos, y los clásicos suelen tener razón. España fue a Portugal a pasar el rato, con la mayoría de sus futbolistas pensando en otra cosa. Nueve de los once titulares jugarán dentro de poco el Clásico, y se puede decir que a todos menos Piqué (que se batió como un guerrillero) y Casillas (sin culpa de nada) se les notó. Enfrente, Portugal quiso, como Argentina, proclamarse campeona del mundo en una sola noche.

Así que, con unos al trote y otros al galope, pasó lo que tenía que pasar. Cristiano, en una noche fenomenal, llevó a los suyos hacia arriba, con repetidas penetraciones peligrosas que dieron como fruto dos goles, uno de los cuales se fue al limbo. Pero ni de ese golpe de suerte supimos sacar provecho. En el descanso, Cañizares pedía, en la transmisión de la SER, jugadores menos titularísimos (y, no lo dijo, pero lo pensé yo, menos pendientes del Clásico). Del Bosque pensó lo mismo, y los fue sacando, en dos tandas, pero Portugal ya estaba lanzada. Sin Cristiano, que descansó, pero con Nani.

Y Nani desató una tormenta que nos llevó muy pronto al tres a cero. Todo estaba perdido y España ya sufrió hasta el final. La actitud de algunos (particularmente Cazorla) fue encomiable. En el otro extremo estuvo Cesc, que se perdió en la nada. Unas cosas con otras, aquello fue una calamidad. Merecimos la goleada. Ya son, desde el Mundial, un empate (en México) y dos derrotas (en Argentina y la de anoche). Nadie nos va a quitar la Copa, pero tampoco podemos tirarla al barro. Y desde ya hay que pedir un partido de revancha con Portugal y tomarlo más en serio. Ese cuatro a cero escuece.