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Un éxito que esconde cien nombres

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Ellas tocan el bronce, lo muerden para ver a qué sabe, pero lo suyo es como esos niños que dan en la pared o en el árbol de turno y gritan "por mí y por todos mis compañeros". Porque son Valdemoro, Lyttle o Montañana quienes han tenido la suerte -y el enorme mérito- de subir al podio en Karlovy Vary, pero por el camino quedan cientos de peldaños invisibles hasta llegar a esa altura, terceras del mundo, una selección que es una piña, un grupo ejemplar mecido por la mano de José Ignacio Hernández, quien ayer, una vez más, cedió todo los focos a sus jugadoras. Gran técnico, excelente profesional. Discreto=elogio.

En ese "por mí y por todas mis compañeras" se cuelan nombres y apellidos, historias de gran baloncesto: de Rosa Castillo, Margarita Geuer o Carolina Mújica a Betty Cebrián, Marina Ferragut, Ana Belén Álvaro o Blanca Ares. Son, simplemente, una avanzadilla de todo lo bueno que ha escondido el baloncesto femenino español a lo largo de su historia. Encadenar cinco podios europeos (2001, 2003, 2005, 2007 y 2009) no es fácil, tampoco retar a lomos del Dorna Godella molinos y gigantes como la Mujanovic que lideraba al Como. Ni ganar el oro en un Eurobasket (Perugia 93) o el bronce que hoy vuela de Praga a Madrid y que hace a nuestro baloncesto femenino más alto y más guapo.