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Un punto que sabe a poco

El Sporting logró un empate que sabe a poco. Difícilmente el equipo de Preciado encontrará un partido para ganar con claridad y contundencia. El primer tiempo fue un ejemplo de la ley del mínimo esfuerzo. Un gol sin tirar a puerta es mucho premio, pero se medía a una caricatura de equipo. El Sporting salió temeroso porque su defensa no está segura, el centro del campo pierde demasiado juego y la delantera no se deja ver. Lo que pasó es que enfrente había un rival peor, sentenciado por un ambiente hostil que los rojiblancos no supieron aprovechar.

En el segundo tiempo, con el regalo de Jarosik, parecía que el encuentro estaba decantado, pero los asturianos, con una de sus características carajas, cedieron la ventaja y se equilibró el partido en el juego, por su falta de ideas, de potencia física y de puntería. Los gijoneses mostraron demasiadas carencias ante un Zaragoza, que es colista por algo. Si un punto fuera de casa siempre es algo valorable, sobre todo ante un rival de tu propia Liga, en este caso no fue suficiente. El Sporting abandonó La Romareda respaldado por una mareona de un millar de aficionados que se merecían más. Un triunfo que no llegó más por deméritos propios que por los méritos del rival. Ahora, llegarán los análisis.