Viaje circular del trivote al trivote

Viaje circular del trivote al trivote

Ya lo decía ayer: aquí lo divertido son las conferencias de prensa. Los partidos son otra cosa pero, eso, sí, van dejando su rentabilidad en puntos, aunque sea a base de mantener la portería a cero. Ayer se repitió esto último, pero un poquito por chamba, también hay que decirlo. Casillas volvió a pasar sustos, como antaño. Uno se lo provocó él mismo, quizá necesitado de emociones, y además de eso sufrió algunos remates de cerca y hasta un cabezazo de Pepe al palo. Pero salió indemne, al menos. Así que por lo que se refiere a la seguridad atrás, hubo retraso, aunque sin consecuencias. Y en el ataque, más o menos lo de siempre, o algo peor.

Algo peor porque Mourinho salió sin Özil ni Di María, encomendando la suerte del partido a un 'trivote' (neologismo futbolístico que ha hecho fortuna, para horror de académicos y de Bernardo Salazar) y a la muy azarosa carta de Benzema. El trivote fue una especie de émbolo que empujaba el partido hacia el área del Auxerre, como esos empleados del metro de Japón que empujan cortésmente a los pasajeros para que se empotren bien en el vagón. Luego, todos allí, tridente madridista y equipo francés al pleno, no había manera de hacer nada. No había espacios, ni talento para crearlos ni, ya se sabe, lucidez en el remate.

Tan apurado se llegó a ver Mourinho, que transigió. Avanzaba la segunda parte cuando comparecieron Özil primero y Di María después, en lugar de Lass (que se mató a correr y tenía una tarjeta) y el melancólico Benzema. Ya no había trivote, y había dos tipos de talento para jugarla. Y, así son las cosas, el gol vino en pase de Özil a Di María, y gran maniobra y gol de éste. La conexión de talento produce goles. Pero no es cuestión de excederse: en seguida salió Diarra, por Higuaín, y se volvió al trivote. Excesos, ninguno. Y el Madrid dejó acabar el partido así, renunciando a todo, y a costa de algún susto más. Pero ganó. Consiste en eso, dicen.