Por una apología de la diferencia

Por una apología de la diferencia

Cierto que la globalización ofrece algunos puntos positivos, pero me atrevería a decir que, en general, sus efectos sobre nuestra vida cotidiana pueden llegar a ser realmente nefastos. Entre ellos, hay un trastorno provocado por la globalización que me da especialmente miedo: la uniformidad. Al nivel de comida, de forma de vestir, de manera de comportarse, de amar y, peor, de reflexionar Todos estamos empujados a parecernos cada vez más. El políticamente correcto y el pensamiento único están llevando a nuestra sociedad moderna hacia la asepsia y el iluso igualitarismo. Nadie ni nada puede salirse de la fila. Todo tiene que ser limpio y controlado.

Viendo este preocupante panorama, no es de extrañar que una persona, o mejor dicho un personaje, como Cristiano esté provocando tanto interés, tanta pasión, tantos debates y controversias. Simplemente porque el portugués es diferente. Cuando la sociedad impone una (falsa) humildad a los individuos conocidos, Cristiano nunca se muerde la lengua y afirma que sí, que vale los 96 millones de euros que se han pagado por su fichaje. Cuando se requiere dar una imagen idílica de generosidad, CR7 coge la pelota en el campo e intenta marcar su gol por sí solo, sin preocuparse de los demás y del qué dirán.

Cuando las palabras están encorsetadas por legiones de asesores de comunicación y especialistas de márketing, Cristiano suelta lo que tiene dentro y, aunque se equivoque, acusa a los aficionados de no usar su energía para apoyar al equipo. A mí me cansan estos seres irreprochables que nos quiere vender la propaganda de nuestra sociedad del siglo XXI. Me gusta más la gente como Cristiano . El portugués es un digno y útil reclamo para los que hacemos la apología de la diferencia, los que no queremos vivir en un mundo de clones. Que no cambie nunca, por favor.