Webb y la posibilidad de cinco árbitros

Webb y la posibilidad de cinco árbitros

Cinco árbitros propone la FIFA como solución. Vale, no tengo nada en contra, pero que no sean como Webb. Y hablar de Webb no es frivolidad. Arbitró la final de la Copa del Mundo y fue una feroz calamidad. En todo, pero particularmente al pasar por alto la patada de De Jong a Xabi Alonso en el esternón. Llevo muchos años viendo fútbol. El de antes lo he visto en películas, ejercicio que les invito a hacer. Mi conclusión es que el arbitraje ha ido siendo progresivamente más permisivo con los maleantes, hasta rayar en la complicidad. A cambio, los buenos jugadores se han ido viendo menos y menos protegidos por el juez.

La escena, les invito a verla (y a Webb, y a Villar, angelito, y a García Aranda) es tremenda. Xabi Alonso cambia elegantemente el balón con su cabeza hacia el pie de Xavi; al instante recibe el derrote feroz de De Jong, mala bestia que no recibe de Webb más reproche que la tarjeta amarilla. No quiero exagerar, pero vi en esa jugada un paso más del fútbol hacia su degradación. Que algo así pase tan indulgentemente en una final de la Copa del Mundo da a pensar que el arbitraje acelera en esa mala línea: permisividad para con el maleante, indefensión para el artista, para el jugador bueno que sólo quiere tratos con el balón.

¿Cinco árbitros? Bien. O siete. O nueve. Pero ante todo buena elección del principal. El tal García Aranda, brazo derecho de Ángel María Villar para la cosa arbitral, se felicitó a sí mismo tras el Mundial porque le habían parecido muy buenos los arbitrajes. Según él, un 96 % de las decisiones fueron correctas. Estadística benévola. Un diez por ciento de los goles fueron mal concedidos o mal anulados. Y la bestialidad de De Jong ante los ojos de Webb terminó de desnudar la fingida autoestima de esos vividores. ¿Cinco árbitros? O siete. O nueve. O tres, como antes. O uno, como al principio. Pero designados por gente decente.