Este Mundial está alterando las cabezas

Este Mundial está alterando las cabezas

Tiendo a ver el Mundial con la estructura de la comedia clásica: presentación, nudo y desenlace. La presentación es esta primera fase, en la que vamos viendo comparecer, una a una a las 32 selecciones, hasta tres veces cada una, hasta saber bien quiénes son. El nudo son los octavos y los cuartos, ese cedazo del que ya salen las cuatro mejores. Y el desenlace, por supuesto, la semifinal y final. Visto así, y dado que no estamos ni en la mitad del primer acto, me choca el alboroto que ya se monta en el patio de butacas, y no sólo en él, sino hasta en el escenario. El Mundial acaba de empezar y ya se muestra turbulento.

Primero Francia. Anelka mandó a su entrenador a tomar por donde se empiezan los cestos, no sin poner al tiempo en solfa la honra de su madre. L'Equipe ya había llamado 'Impostores' a los seleccionados franceses, a los que acusa de ser una banda de raperos de suburbio que aíslan a Gourcuff, chico bien de clase media bretona. Luego Inglaterra: Rooney habló a la cámara y desafió a sus aficionados: "Me encanta que me piten los míos, eso es lealtad". Y la propia FIFA, que en decisión sin precedentes llama a consultas al árbitro malí que mandó al limbo un gol de EEUU. Ha habido más errores valor-gol. ¿Por qué el distingo?

Por no contar lo de The Times, que elevó a honores de portada, a igualdad de espacio con las exigencias de Obama a la BP, el romance entre Casillas y Sara Carbonero, de cuya entrevista en Telecinco al acabar el partido daba tres capturas, toda la mancha gráfica de la portada. La prensa tabloide británica ya había desatado la caza de brujas contra Green y su reciente separación sentimental, cuestión sobre la que indagó incluso entre la vecindad de la madre del guardameta. Bien mirado, lo de aquí, donde el único que ha roto filas es Luis, es una balsa de aceite. Y eso que hemos perdido. En fin, que salga Brasil y arregle esto.