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Jorge Lorenzo sigue creciendo

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En el deporte, y puede que en la vida, casi nada es por casualidad. Los éxitos son el fruto de mucho trabajo, esfuerzo y abnegación, de una entrega absoluta a esa búsqueda de la excelencia que representa la victoria. Y en ocasiones olvidamos que los deportistas son personas en constante proceso de formación, sobre todo ahora que su precocidad hace que cada día resulte más frecuente conocer a campeones con cara de niño. Las exigencias son muy similares para los más jóvenes e inexpertos que para los veteranos más curtidos, porque al final lo que cuentan son los resultados, sin demasiadas justificaciones... Por supuesto que los principiantes suelen disfrutar de un periodo de gracia, pero en cuanto alcanzan la élite se enfrenta a la misma presión que todos los demás.

Sin embargo, cuando hablamos de chavales que rondan la veintena, por arriba o por abajo, debemos considerar que la propia naturaleza indica que deberían ir a más. Jorge Lorenzo es un magnífico ejemplo de esta realidad. Comenzó a correr en el Mundial con quince años recién cumplidos, ganó su primera carrera siendo una adolescente y sus dos títulos mundiales de 250cc tampoco tardaron en llegar. Y a partir de ahí, sobre todo con el salto a MotoGP, la exigencia es máxima, apenas se tiene ya en consideración que debe seguir creciendo como persona y como piloto. Pero él mismo se está encargando de recordárnoslo. Trabaja, y mucho, fuera y dentro de la pista para que su evolución no se detenga, para alcanzar nuevos objetivos, para progresar en lo humano y lo deportivo. Y así debe ser. Los resultados, ahí están: líder del Mundial y con ambiciones más que serias al titulo, incluso a costa del inigualable Valentino.