Aquella lesión de El Molinón...
El descenso del Valladolid no ha sido fruto de la casualidad ni ha venido producido por una, dos o tres circunstancias. Ha sido el resultado de un cúmulo de despropósitos, errores, desgracias, injusticias y mala suerte. Todo junto, bien revuelto, posibilita algo casi imposible de conseguir ni adrede, bajar a Segunda. Porque no me negarán que para perder la categoría hay que hacerlo realmente mal. Con 37 puntos este año ha servido para seguir en Primera. Con eso queda dicho todo. Y una de las causas que también han influido han sido las lesiones. La de Álvaro Rubio, un enorme misterio, la de Sisi, que roza lo esperpéntico, la de Lázaro, en el peor momento, y la de Asier del Horno, cuando era el jugador más importante del equipo. La huella que dejó Barral en su clavícula le pasó una factura muy cara al Valladolid. Siempre Barral.
Asier del Horno ha sido de lo poco bueno que ha hecho Roberto Olabe a la hora de traer jugadores. Curiosamente llegó en el mercado invernal, ese mercado del que Mendilibar dijo que nunca valía para nada. Con él llegaron Sereno y Keko. Todos ellos aportaron. Lástima que no se les trajera un mes antes para haber disputado algún partido más. Menos mal que Mendilibar no estaba muy bien informado de lo que se podía traer o no en época navideña. Del Horno llegó y se adaptó rápido. De él nos habían dicho bastantes cosas y casi ninguna le dejaba en buen lugar. Que si ya no era el que había sido, que si era buen amigo de la noche, que si estaba poco motivado. Al final fue todo lo contrario. Asier del Horno ha sido un magnífico jugador, un líder. Un tipo implicado, eficaz y buen profesional. Le ha dado un giro enorme a la situación que vivía como jugador de fútbol. Recomendable para cualquiera que lo pretenda fichar.