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Madrid-Atlético, a la espera del Barça

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El Atlético salió muy, muy, muy, pero que muy concentrado, mérito hay que reconocerle a Quique. ¡Hemos visto tantas veces lo contrario en estos derbies! Tan concentrado salió que supo penalizar el primer fallo del Madrid: una salida al vacío de Albiol y la buena delantera del Atlético aprovecha el corrimiento de la defensa del Madrid hacia la derecha para taponar la brecha jugando el balón con precisión hasta el lado contrario, donde Reyes lo recoge para cruzarlo abajo. Golazo. Y un Atlético seguro, agrupado, sereno, controlando la primera parte frente a los arreones del Madrid, que goteaba ocasiones a base de angustia.

Pero, así es el Atlético, cayó en el primer gol. Salida furiosa del Madrid, corner, gol de Xabi Alonso (el hombre de la tarde) y adiós. Del primer gol al tercero (el segundo fue un prodigio de Arbeloa, el tercero un nuevo premio al rematador más insistente que nunca he conocido) el Atlético no existió. Tengo para mí la idea de que luego le metió en el partido Cristiano, que sacó del mismo a sus compañeros a base de chupar y chupar, agotando jugadas imposibles en remates forzados desde fuera, hasta cambiarle el aire al partido. El Atlético respiró, se rearmó y cazó su gol, de penalti. Y así hubo emoción hasta el final.

Emoción pero, en el marcador solamente, porque el Atlético no tenía nada más. Ahí paró. Tanto, que el Madrid agotó el partido en la preocupación no menor de evacuar la quinta tarjeta para Xabi y para Sergio y alcanzó la orilla sin más daño. El partido murió dejando la enseñanza de tantos otros: Madrid y Barça están muy por encima de los demás. O ganan o golean, no hay otra. El clásico decidirá, dentro de dos semanas, porque los puntos valdrán doble y porque si no es entre ellos pocos puntos pueden perder estos dos. Esta Liga está en manos de Messi y de Cristiano, y de lo que hagan en el Bernabéu. Es así.