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Pérez Burrull como esencia del villarato

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Pérez Burrull lleva trece temporadas en Primera, con más de doscientos partidos. En septiembre cumplirá los 45 años, edad en que retiran a los árbitros, así que es posible que se retire en la máxima categoría. Si me permiten, no me cabe ninguna duda de que si en cada partido los dos clubes puntuaran al árbitro y se juzgara y clasificara a éstos según esa suma de puntos, no estaría en Primera. Ayer mismo se iría con dos suspensos, pues enfadó a ambos. Y en el recuerdo están muchas malas actuaciones suyas. Su gesto crispado, de hombre sin control de la situación, forma parte del paisaje de nuestro fútbol.

Pero hasta aquí ha llegado, entre otros méritos por ser paisano de Sánchez Arminio, el encargado de la cosa. Sabemos por qué el Valencia y el Atlético están en Primera, cuándo y por qué bajaron a Segunda, cuándo volvieron, por qué uno es ahora tercero y el otro undécimo: por unos puntos ganados en los partidos. De los árbitros no sabemos por qué suben o bajan o por qué son internacionales. Hay, dicen, una puntuación, pero es secreta. Y encima al final se le aplica un 'factor de corrección' a conveniencia del mando. Del ordeno y mando, y ya sabes lo que hay si quieres ser internacional.

De Pérez Burrull se sabe que le cayó una nevera por un destrozo a favor del Madrid el año pasado, ante Osasuna. Es la única pista: equivocarse a favor del Madrid está penalizado, así vemos lo que vemos. (Ese gol de Tenerife, por ejemplo). Lo demás es secretismo, dedo, enchufismo, iturraldismo y trece años en primera el paisano del encargado. Y, por cierto, cada vez se arbitra peor. Ya nunca se pita la cama, se permite estorbar al portero cuando saca, se sancionan las cargas de costado y de los codazos no hablemos, no saben por dónde cogerlos. El abandono es galopante, porque la escaleta se mueve por otras cosas.