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Transmiten una ilusión renovada

R eflejan bien lo que se está viviendo en el vestuario del Valladolid. Cada uno desde una posición distinta, la de técnico y la de jugador, pero coincidentes ambos en lo fundamental. En las caras de Jorge Alonso y de César Arzo se dibuja la ilusión de poder conseguir la permanencia, sin que quede disimulada la preocupación por la dificultad de la tarea encomendada. El Valladolid ha estado haciendo mal las cosas durante demasiado tiempo y el remedio al problema ahora no va a ser fácil. César Arzo es uno de los muchos jugadores que se ha visto reforzado con la llegada de Onésimo. Ha tomado el liderazgo en la zona central defensiva. Ahora todos coinciden en que puede ser el jugador que hacía falta en esa posición. Es curioso que hayan tenido que pasar más de seis meses para que se haya podido llegar a esta conclusión. Arzo asegura, y le creemos, que la plantilla está plenamente mentalizada para sacar al equipo de donde está. Es la esperanza a la que todos queremos agarrarnos.

Pero una de las patas principales de la mesa de la salvación, además de la de los jugadores, es la del cuerpo técnico. Han llegado de Tercera, sin hacer mucho ruido y con un perfil modesto, a pesar de que como jugadores Jorge y Onésimo fueron mejores que cualquiera de los futbolistas a los que ellos ahora entrenan. En Jorge Onésimo tiene a un hombre de su confianza en el que apoyarse, pero no a un florero. Es fundamental que el segundo entrenador participe en las decisiones, aporte soluciones y sea un elemento activo y útil. Ese cargo de confianza no puede ser entregado a un superviviente que no quiera problemas, a un palmero del entrenador y que encima no se gane la confianza de los jugadores. Hay errores que en un club no deben repetirse.