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Cuando lo extraordinario se convierte en corriente

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En ocasiones, los aficionados o los periodistas podemos llegar a trivializar sobre las dificultades de la competición de élite. A fuerza de la costumbre, nos parece que el trabajo de los grandes pilotos es fácil, criticamos sus errores o minusvaloramos sus esfuerzos con argumentos un tanto peregrinos. Ya digo que puede ocurrir porque tenemos tan accesible el mundo de las carreras que nos resulta casi cotidiano, algo común... cuando en realidad se trata de una actividad extraordinaria, al alcance de sólo unos cuantos, tocados por la varita del talento. He recuperado estas reflexiones animado por el desafío que Kimi Raikkonen se ha encontrado en su debut en el Mundial de rallys, que seguramente le llevado más de cabeza de lo que hubiera creído o deseado.

Ahí ha estado, todo un campeón mundial de Fórmula 1 y uno de los pilotos más rápidos de la historia, peleándose por llevar su Citroën por el sitio, aprendiendo a golpe de error los secretos de una disciplina tan diferente a la que había practicado hasta ahora. Es, con sus matices por supuesto, algo parecido al romance que Rossi mantiene con la F-1: se sube en el Ferrari y lo hace infinitamente mejor que la mayoría de los mortales en su situación... pero muy por debajo del rendimiento de los especialistas. Por eso me parecen aleccionadoras estas "injerencias" entre modalidades, porque sirven para abrirnos los ojos y tomar conciencia, por si lo olvidamos, de que aquí estamos hablando de gestas de deportistas excepcionales, que merecen todo nuestro respeto y admiración. Seguro que Kimi ha pensado en ello mientras intentaba ser más rápido que sus rivales en Suecia: ¡cómo van estos tíos!