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Otro que camina junto a mí

Medio muertos de frío, agotamiento y desesperación, los tres hombres luchaban contra su propio deseo de abandonarse al abrazo eterno del hielo en una isla remota al borde del océano glacial Antártico. Pero algo, o más bien alguien, les animaba a seguir vivos. Eso es lo que sintió Shackleton mientras trataba de llegar a una estación ballenera en las Georgias del Sur donde conseguir ayuda -lo que a la postre lograron- con la que salvar al resto de sus hombres, que esperaban en la isla Elefante a que acabase un infierno de tres años luchando por escapar de la Antártida: "Durante esa atroz marcha de 36 horas a lo largo de esos glaciares y montañas desconocidas tuve la impresión de que no éramos tres, sino cuatro".

Inspirándose en esta experiencia de Shackleton, el Nobel T. S. Elliot escribió unos ya famosos versos incluidos en su obra La tierra baldía: "¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado? / Si cuento, sólo estamos tú y yo juntos / pero si miro hacia delante por el blanco camino / siempre hay otro caminando junto a ti". Ese "tercer hombre" es el objeto de estudio de un libro, de igual título, que acaba de editarse en nuestro país, escrito por John Geiger. En él se hace un repaso a diferentes aventureros en situaciones límite que han confesado haber sentido esa presencia inmaterial, pero, para ellos, absolutamente real que les sirvió de vital apoyo para seguir adelante. Además de Shackleton, Geiger nos habla que también percibió a ese "compañero" Lindbergh, durante su travesía en solitario a través del Atlántico, un alpinista en el Everest, un submarinista al borde de la muerte en una fosa marina o un ejecutivo atrapado en las Torres Gemelas el 11-S.

El otro día, Iker Jiménez me entrevistó en Cuarto Milenio y le conté otros ejemplos, entre ellos el del alpinista austriaco Herman Buhl, en el Nanga Parbat, o el de Juanjo San Sebastián, quien me confesó cómo una noche, al límite de su resistencia, sintió la misteriosa presencia de una mujer que le daba ánimos en su dramático descenso del K2, donde perdimos a Atxo Apellániz. Me confieso poco propenso a recurrir a explicaciones sobrenaturales, pues para casi todo necesito tocar para creer; lo que no quiere decir que no considere sinceros los relatos de Juanjo, Shackleton o Lindbergh. Creo que ese "tercer hombre" bien pudiera ser una argucia más de nuestro cerebro, producto de nuestra química e imaginación, con un fin de supervivencia.

Sebastián Álvaro es el creador de Al Filo de lo Imposible.