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Once niños sin padre

Dijo Mendilibar en la sala de prensa de Zorrilla que el partido lo habían jugado hombres contra niños. Me parece una buena definición para dejar clara la impotencia y nulidad de su equipo ante un conjunto serio y solvente, nunca brillante, como fue el Atlético de Madrid. Pero a Mendilibar se le olvidó apuntar algo, y es que esos niños, sus jugadores, estuvieron los pobrecitos sin padre que les tutelara, orientara y ayudara a salir del túnel en el que estaban metidos.

Y ese padre era él. A los niños que saltaron a jugar les había elegido él. Les colocó en el campo él. Quien sustituyo a Nauzet a la media hora fue él. El que dejó todo el partido sin jugar a Medunjanin y a Sesma fue él. El que se obcecó en jugar por el centro, sin saber utilizar las bandas, fue él. Después, los niños, sus niños, se vieron impotentes y sucumbieron de manera lamentable, pero nunca haciéndolo peor que un técnico que estuvo obtuso y negado y que terminó por lapidarlos a ellos.