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Se iba a paso lento camino del cielo

Se estaba yendo a paso lento camino del cielo, Francisco Paredes. Del Aleti de Madrid. A su lado, en la vela del adiós, le despedía su hijo Jesús, el gran campeón de Europa y de tantos otros sitios; por allí también Javier, el catedrático, su otro chaval. Se nos van marchando los que vieron a Campos ganar la primera con alas sobre el escudo y diez años después a Ben Barek; han compartido con nosotros el último tiempo de pan seco y agua gorda, mas han tenido para sobrevivir un buen alimento: sepia. La de las fotos, sí, pero sepia al fin. La regeneración que el Aleti necesita para ponerse al paso de su historia no sólo exige airear con viento limpio lo deportivo; pasa también por la exaltación del orgullo atlético: será menester llevar otra vez los símbolos a la calle.

Ese emblema en el taxi, ese banderín en el coche, la insignia en la solapa y la bufanda de los dos colores si el frío aprieta. Que el primer márketing venga de nosotros mismos; puede que otros vendan más camisetas a los turistas, pero Madrid ha de pintarse otra vez de rojo y blanco que es lo fetén y lo que le sienta a la novia del oso y del madroño. Guerra a la melancolía y arriba el alma atlética que ya está bien.

En la tertulia de catedráticos colchoneros que acompañaba a Javier en el duelo, alguno recordó que hace años fue a sacar una entrada para el Museo del Prado y preguntó si había descuentos; en el cojo y no cojo papeles de la cartera dio con su libretilla roja, el carné del Aleti, y por hacer la gracia le comentó al de la puerta si con ese le hacía un barato. El de la puerta le contestó: con ese va entrar usté gratis. Y entró. Con gente así no cabe el paso atrás.