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Víctima de un amistoso mal montado

La carrera de Maxi en el Atlético tiene un antes y un después del 11 de octubre de 2006, cuando se rompió el cruzado en un amistoso España-Argentina disputado en una Nueva Condomina que era un patatal. Hasta aquel día, su rendimiento había sido sobresaliente: 13 goles en 33 partidos (0,4 por encuentro). Pero tras la lesión nunca ha vuelto a ser el mismo. Su promedio goleador ha descendido a la mitad (19 tantos en 87 partidos, a una media de 0,21) y, a cambio, ha pasado de líder modélico a cacique enfadado por no jugar y agitador del vestuario. Y su fútbol no compensa los problemas que crea, como bien sabe Abel.

Si a eso le unimos que en junio se iría gratis, todo lo que saque el Atleti ahora le sabrá a gloria. El problema es que Maxi, a sus 28 años, ve en su inminente libertad la ocasión ideal para firmar un gran contrato y, como ya sucedió en verano, costará convencerle de que se vaya antes. Sin embargo, con un Mundial a final de curso, no puede permitirse no jugar y en el Atleti es suplente sin remisión. En cualquier caso, en enero o en junio, será un triste final para un futbolista que iba para ídolo de no haber sido por aquel caprichito de la FEF de jugar en un campo que no estaba preparado.