El deporte sí que nos funciona bien

El deporte sí que nos funciona bien

Saludando a la entrada del Palacio de Congresos, asistiendo a los invitados, contemplando los vídeos de la gala, mirando alrededor en el cóctel posterior, me resultó de nuevo llamativo el espléndido nivel de nuestro deporte, que no tiene parangón con ninguna otra actividad de este país. No sólo tenemos dos de las seis primeras empresas de un sector tan aplaudido como el fútbol profesional, la gran industria del espectáculo del momento. Tenemos cantidad de ganadores en cualquier especialidad, desde esos tenistas que hoy salen a por la cuarta ensaladera hasta otros no tan célebres, pero de tanto mérito.

Conocí tiempos distintos. Conocí tiempos en los que el español era generalmente el último o de los últimos en casi cualquier prueba internacional, salvo algunas excepciones conocidas, surgidas por generación espontánea. A pesar de la retórica nacional y racial de cuando entonces, nuestro deporte chocaba una y otra vez con la realidad de otros países más fuertes, más competitivos, que invertían más y, sobre todo, que se relacionaban más. El aislamiento, pensaba yo anoche, lo condena todo. España se abrió, viajó, conoció, contrató técnicos... Y también perdió complejos. El resultado está ahí.

En aquella época, alegrarse de los éxitos deportivos se tomaba como algo estúpido. En esta ya no. Aunque quizá aún resulte ingenuo, puede ser. Tantos campeones no nos sacan de la crisis, de la que estamos saliendo más despacio que otros... si es que estamos saliendo. El deporte no da soluciones, pero da alegrías. Y, bien mirado, da un prestigio internacional que nos abre puertas, nos hace ser mirados de otra forma. En todo caso, estos chicos y chicas, y estos directivos y entrenadores, hacen las cosas muy bien, mejor que el resto de sus conciudadanos. Y es justo reconocérselo y agradecérselo.