Buenos días, señor Miera
Buenos días, señor Miera. Ese era el título de la columna que me sugirió la ocurrencia de estos señores cuando decidieron llamar a la gloria danesa del Real Madrid para entregarle el destino del Aleti. El conocimiento de la historia atlética les hubiera aconsejado no tentar a la hinchada; pero, claro, hay que conocer la historia y no es el caso. A don Vicente Miera, un caballero, lo mismo que Laudrup y más acreditado que el excelente futbolista nórdico como entrenador, le colocaron en el banquillo por su exitazo en un Sporting de Gijón que casi gana la Liga. El Calderón hizo insostenible su presencia sin mirar al marcador: a Miera le echó la grada porque había jugado en el Madrid.
No es racional ni frío ni científico tal comportamiento, mas la afición colchonera es así. Y he de decir que yo con ella: no me gusta nada darle nuestra dirección a quien jugó contra nosotros en el rival. Y me parece bien lo que hace el Madrid que tampoco se la da a quien les machacó de rojo y blanco, véase Luis Aragonés, que al final siempre había algún merengue con buen sentido para recordar de que colores era el corazón del Sabio. Ahora viene Quique que, aunque menos, también tiene tocado el pedigrí. Y es verdad que su Valencia defendía bien, pero aquella banda tenía otros músicos. Recemos lo que sepamos.