De los tres grandes fichajes extranjeros de este verano, todos convendremos en que el menos 'galáctico' fue Benzema. Cristiano y Kaká han venido como estrellas mundiales, tras veranos, además, en que se frustraron sus fichajes. Benzema no es tanto. Tiene aires de futura estrella, le avala una aparición en el gran fútbol francés que fue un suceso, su propio nombre tiene una sonoridad que impacta, pero aún no está ni siquiera instalado como titular indiscutible de la selección francesa. Su fichaje, además, no lo veía el aficionado como una prioridad. Para su puesto había varios. Entre ellos, Negredo.

Y desde que llegó, Benzema ha mostrado luces y sombras. Algunos goles relampagueantes, de los que sólo un superclase puede marcar. Maniobras felices en el área, latigazos duros, armando la pierna con una rapidez desconocida, algún gol con bicicletas previas y tirazo a la escuadra, que recordó a Ronaldo. Pero junto a eso ha habido actuaciones tristes, partidos en los que Raúl le comía el espacio y la tostada, timidez, poca presión a la salida de la defensa contraria. El aficionado aún no sabe a qué atenerse.

Y en ésas llega la semana grande de Negredo, su irrupción sensacional en la Selección. Y Negredo es de la cantera, además. Tiene otro aire, desde luego. No se ve en él un pura sangre como Benzema, más bien tiene un aire arcaico, pero hasta eso agrada, por lo clásico. Se ha tenido que buscar las judías en el Sevilla, metiendo codo entre Luis Fabiano y Kanouté, y él sí ha sabido hacerse respetar. Para el año que viene ya se anuncia su regreso. Una nueva competencia se dibuja en la distancia: Benzema-Negredo. El francés tiene ahí un estímulo para dejar aparte sus temores y sacar lo que lleva dentro. Y ya le corre cierta prisa hacerlo. El Bernabéu es impaciente, todos lo sabemos.