Controlando los mandos del avión
Suárez llegó directamente desde la fiesta que organizaba la Federación con motivo de su centenario. Sin casi tiempo de tomar asiento, entró en faena dispuesto a responder a todas y cada una de las preguntas que se le iban a realizar. Ocho años después de su llegada a Valladolid, su balance es el que es y ahí está: el equipo en Primera, con el máximo número de abonados logrados, y con una deuda inferior a los veinte millones de euros, y que se ha visto sensiblemente reducida este verano con un pago a Hacienda de seis millones de euros. La sensación que da el presidente es la de ir sobrado, en el mejor sentido de la palabra, y la de sentirse con la experiencia suficiente para pilotar los mandos del avión con la necesaria seguridad.
Pero el fútbol se para poco a pensar en la gestión económica y trata de vivir solamente del resultado y del día a día. Eso también lo sabe bien Carlos Suárez. Es consciente de que está sometido a un juicio diario cuyo veredicto depende del resultado del domingo anterior. Por eso, tengo la sensación de que ha aprendido a gestionar y a vivir el día a día del club tratando de alejarse lo más posible de las influencias que le pueda transmitir el entorno. La figura de Roberto Olabe, hombre hermético y de despacho más que de escenario, le ha convencido de ello. Suárez va a renovar a Mendilibar pronto y, si el equipo entra en descenso, con más motivo. Es una clara demostración de que sin vivir ajeno a la realidad, el presidente del Valladolid es capaz de 'pasar' de los tópicos habituales del fútbol a los que cada día están sometidos los presidentes. Pero, haga lo que haga, será el balón el que decida. Si el proyecto deportivo funciona, a Suárez lo sacarán a hombros. Si fracasa, le convertirán en villano. Y él lo sabe.